Este no es un cuento gótico ni una historia de terror aunque la ilustración que precede a este tonto relato así lo parezca anunciar.
En todo caso se trata de una anécdota moralista , un estilo en desuso por cierto, destinada a cualquier gato que sea capaz de leerla y sacar de ella algún aprendizaje para la vida felina y ¿por que no? , a personas humanas capacitadas para la lectura a las que no les importe leer fábulas tontas .
En una colonia de gatos pseudodomésticos..., entiéndase como tales aquellos que viven en un entorno salvaje pero que gozan cuando les viene en gana de las comodidades prestadas por personas propensas a humanizar a los animales, nació hace algún tiempo una gatita de padre desconocido pero que tendría por lo menos pedigrí de Siam a la que llamaron simplemente Pelusa.
Desde muy pequeña ya apuntaba maneras de ser extremadamente arisca y gruñidora, pero como este comportamiento es considerado normal en el espíritu de algunos felinos no se le dio la mayor importancia a este hecho. ¿Quien iba a suponer que Pelusa iba a terminar convirtiéndose en una Baba Yaga de libro ?.
A medida que iba engordando y su estrabismo convergente se agudizaba, el carácter de esta gata gorda se iba haciendo mas huraño y feroz, no socializaba nada con sus congéneres y le encantaba emboscarse en la maleza para observarlos con su mirada desviada pensando en... nada bueno, supongo.
Perseguía y aterrorizaba a los gatitos cuyos gritos de socorro y de sálvese quien pueda en idioma gatuno se dejaban oír a muchas leguas a la redonda siendo su deporte favorito esconderse en los geranios , sacar la pata con la rapidez de un rayo y arañar a todo minino incauto que se acercara .
Un día cualquiera fue a pasar por allí un gran gato rubicundo de pelo largo y sedoso que animado por el servicio de catering diario y la visión de gatitas monas tomando el sol en la hierba decidió establecerse sin recato alguno con gran descaro y sin invitación previa.
El encuentro entre el apuesto recién llegado y la feroz Pelusa nadie lo vio, ¿que se dijeron? nadie lo sabe, pero todos escucharon el alboroto, los bufidos y las carreras y pudieron ver a la gata malvada encaramada a la rama mas alta del árbol mas alto maldiciendo desde las alturas ser la derrotada en la contienda.
Pero que nadie sufra, después de un buen rato bajó tan fácilmente como subió, y habiendo recibido un justo castigo a su comportamiento se retiró refunfuñando y mascullando entre dientes y bigotes.
Ahora reina la armonía en el jardín y Pelusa se ha instalado en el huerto, no sabemos si ha aprendido la lección y ha abandonado para siempre sus malvadas aficiones o sin embargo, entre las lechugas está maquinando nuevas y perversas villanías esperando el momento adecuado para volver.
Y ahora para terminar vendría la moraleja que en este caso se omitirá para que cada uno interprete esta historia como mejor le parezca.
La mía sería en prosa porque la rima ahora mismo me da pereza...para vivir en paz es indispensable mantener alejada a la mala gente y con los abusones mano dura, que no siempre vendrá un desconocido a defendernos.
Nota: Los hechos arriba narrados son reales, Pelusa existe, y el gato desconocido sigue de okupa.