Era un vestido favorito y nunca dejó de serlo, de esos que se ponen una y otra vez durante años hasta que el paso del tiempo los deja inservibles.
Como era favorito nunca se tiró y permaneció guardado con esas otras cosas que adquiriendo la categoría de objetos de gran valor sentimental se vuelven absurdamente intocables .
Pero este verano salió a la luz .
El estropeado cuerpo del vestido se hizo trizas que se transformaron en flores de gasa.
Y la falda siguió siendo falda con una cinturilla tan simple como un lazo cosido al borde.
Dándole vida a las prendas desahuciadas.
Una manera de revelarse contra la insostenible cultura de usar y tirar.
NOTA: En esta entrada podía haber utilizado la palabra customizar, muy usada y muy oída pero que en castellano no existe. Realmente es un anglicismo que proviene del inglés customize y que significa simplemente personalizar, transformar un objeto al gusto personal .
Y yo me pregunto:
¿Enriquecen los barbarismos el idioma o lo embrutecen?, y....
¿Que tienen que ver los barbarismos con un vestido rosa recuperado?